Si algo hemos aprendido del COVID-19 es que la ventilación es un elemento esencial para mantener la higiene y salubridad del aire.
Sin embargo, con el frío a la vuelta de la esquina, la tarea de ventilar los espacios en los que no existe una ventilación adecuada de manera tradicional se vuelve más complicada. Un ejemplo de estos espacios son los centros educativos, en los que se concentra más gente por su funcionalidad. Sin embargo, no son los únicos: esto también sucede en muchos lugares de trabajo e, incluso, el transporte público.
Los aerosoles en los colegios
En todos los espacios que acabamos de mencionar, las partículas de los aerosoles que sus usuarios emiten al hablar o exhalar quedan suspendidas en el aire, concentrándose mucho más que en un espacio abierto y, así, contaminando el ambiente.
Por ello, la exposición a los virus y enfermedades que se transmiten por el aire es mayor en estos lugares. Es aquí donde se deberían concentrar los esfuerzos para tomar acciones preventivas que garanticen la seguridad de los usuarios.
En el caso concreto de los colegios, el riesgo de infección es incluso mayor por la forma que tienen los niños de sociabilizar y de jugar. Por este motivo, muchos centros educativos se están viendo obligados a afrontar grandes retos relacionados con la ventilación de sus aulas.
La situación actual
Hoy en día, la mayoría de los colegios sigue usando la ventilación natural. Por ventilación natural nos referimos a la manera tradicional de ventilar: abrir las ventanas durante un período de tiempo determinado, no demasiado prolongado, para permitir que el aire viciado del interior salga y entre el del exterior. Pero esto supone varios problemas como, por ejemplo:
- No se puede controlar la cantidad de aire que entra en el aula y, en muchas ocasiones, implica que no se pueda mantener una temperatura de confort en la misma.
- Precisamente por ese motivo, la ventilación se produce solo durante un breve tramo de tiempo. Cuando se vuelvan a cerrar las ventanas, la concentración de contaminantes en el aire volverá a aumentar.
- Lo mismo sucede en los días en las que las condiciones meteorológicas, como los días de lluvia intensa o viento, impidan mantener las ventanas abiertas.
- Además, en los centros de zonas altamente pobladas, las ventanas abiertas no aportan protección frente al ruido ni frente a los contaminantes del aire exterior.
La ventilación mecánica como solución al problema
En contraposición con la ventilación natural, lo óptimo sería poder instalar un sistema de ventilación mecánica de doble flujo con recuperador de calor, que permita filtrar, medir y controlar los niveles de CO2. En este artículo, os hablamos más en profundidad de cómo funciona este sistema y de beneficios de instalarlo.
Básicamente, lo que la ventilación mecánica de doble fujo consigue es extraer el aire de una habitación y sustituirlo por aire nuevo, pero manteniéndolo a una temperatura constante y filtrándolo de cualquier impureza o partícula.
El mantener la temperatura constante se consigue si se instala junto a un recuperador de calor, pues el aire entrante se aclimata al saliente y se iguala en su temperatura. De esta manera, además, no solo se está reduciendo la contaminación del ambiente, sino la factura derivada de la demanda energética de los centros educativos.
Al final, se trata de establecer una solución sostenible que ayude a prevenir cualquier otra enfermedad de transmisión aérea, a reducir las facturas energéticas del centro y a proporcionar una calidad de aire saludable para los alumnos.
Sin embargo, es cierto que no todos los centros educativos tienen acceso a los mismos medios económicos o la misma disponibilidad para llevar a cabo la instalación, pero no por ello debería relegarse a segundo plano. La ventilación mecánica es una solución de futuro y hay que apostar por ella.