En los últimos años, se han presentado diferentes modificaciones en la legislación europea con respecto a la calidad del aire en el interior de los hogares.
En 2018, la Comisión Europea presentó una revisión de la Directiva de Eficiencia Energética de los edificios (EPBD). En resumen, lo que se establece en esta modificación es que, en rehabilitaciones profundas, se espera que se asegure un ambiente saludable en el interior de los edificios.
Por otra parte, en esta revisión, se introdujo el concepto de Smart Readiness Indicator (SRI), un indicador que mide la inteligencia de un edificio. Este SRI se aprobó finalmente en 2020, aunque su implementación es opcional para los países miembros de la UE.
Como hemos dicho, este indicador permite valorar la inteligencia de un edificio en base a 9 categorías: calefacción, refrigeración, agua caliente, ventilación, iluminación, envolvente dinámica del edificio, electricidad, carga de vehículo eléctrico y monitorización y control.
Por ejemplo, mide la capacidad de un edificio de adaptar sus operaciones a las necesidades de los ocupantes, pero también la optimización de la eficiencia energética y el desempeño general. Además, mide si un edificio tiene la capacidad de adaptar su funcionamiento en reacción a las señales de la red (esto es lo que se denomina flexibilidad energética).
Como se puede deducir, la calidad del aire interior ha adquirido un mayor protagonismo en la legislación, por lo que se convierte en una necesidad el disponer de dispositivos que puedan medirla.
Indicadores de la calidad del aire interior
A la hora de medir la calidad del aire, existen una serie de indicadores o factores de riesgo a tener en cuenta, establecidos por el Instituto Nacional de Seguridad e Higiene en el Trabajo. Se clasifican en base al origen de su naturaleza en químicos, biológicos y físicos.
Los químicos están constituidos por materia inerte, y pueden aparecer en forma de gases/vapores o aerosoles. Dentro de esta categoría, existen cinco grupos:
- Productos derivados de la combustión.
- Compuestos orgánicos volátiles (COVs).
- Plaguicidas.
- Radón.
- Partículas y fibras en suspensión.
Los biológicos, por otro lado, suelen estar comprendidos por microorganismos y por los deshechos con origen en la materia viva. Estos contaminantes pueden causar tres tipos básicos de enfermedades:
- Enfermedades infecciosas.
- Enfermedades alérgicas.
- Enfermedades tóxicas.
Finalmente, cuando se habla de los físicos, se hace referencia a la temperatura, la humedad, la velocidad del aire, la iluminación del local, el ruido ambiental y las vibraciones percibidas.
Ahora bien, la legislación española no contempla unos valores concretos de referencia para estos niveles ni en el RITE (Reglamento de Instalaciones Térmicas) ni en el CTE (Código Técnico de Edificación), por lo que se tiende a usar los parámetros establecidos por el INSST (Instituto Nacional de Seguridad y Salud en el Trabajo), aunque su documento se centre en lugares de trabajo en vez de en viviendas.
Niveles de referencia
Sin embargo, resulta más interesante atenerse a los parámetros concretos y actualizados del International Well Building Institute (IWBI):
Sustancias volátiles
- Formaldehído en niveles menores a 27 ppb.
- El total de los componentes orgánicos volátiles por debajo de 500 μg/m³.
Materia particular y gases inorgánicos
- Monóxido de carbono por debajo de 9 ppm.
- Si la materia tiene 2,5 micrómetros de diámetro, menor de 15 μg/m³.
- Si la materia tiene 10 micrómetros de diámetro, por debajo de 50 μg/m³.
- Ozono menor de 51 ppb.
Radón
- 0.148 Bq/L en la estancia menos ocupada de la casa.
Calidad del aire de la cocina
- Monóxido de carbono por debajo de 35 ppm.
- Si la materia tiene 2,5 micrómetros de diámetro, menor de 35 μg/m³.
- Si la materia tiene 10 micrómetros de diámetro, por debajo de 50 μg/m³.
- Ozono menor de 51 ppb.
- Dióxido de nitrógeno menor de 100 ppb.
- Formaldehído por debajo de 81 ppb.
Humedad
- Por debajo del 60 %, idealmente entre el 30 % y el 50 %.
Temperatura
- En invierno, entre 20°C a 23°C.
- El resto del año, entre 25°C y 27°C.
¿Cuál es la diferencia entre una medición continua y una medición puntual?
Para saber si se están cumpliendo dichos parámetros, existen dos formas esenciales de medir: la medición puntual y la continua.
La medición puntual es la más tradicional y consiste en aplicar un protocolo estandarizado que proporciona una forma precisa de identificar gases específicos dentro de una muestra de aire concreta.
Sin embargo, en un lugar como la vivienda habitual, las mediciones diarias cambian por la ocupación, por lo que resulta más efectivo utilizar la medición continua. De esta manera, mediremos la evolución de la calidad del aire en el tiempo.
Usar este tipo de medición implica que se podrán hacer ajustes en función de las necesidades del usuario, teniendo en cuenta sus hábitos, su perfil de ocupación, el tipo y grado de contaminación de la estancia, su periodicidad y el potencial de mejora de un espacio. A lo largo de este año, saldrán al mercado nuevos monitores inteligentes que ayudarán al control y tratamiento de la salubridad del interior de las viviendas.
En resumen: las nuevas legislaciones abogan por darle prioridad a la salud frente al confort o a la eficiencia energética (que no dejan de ser importantes), por lo que se convierte en prioritario poder disponer de dispositivos que sean capaces de evaluar la calidad del aire de forma continua y que nos permitan reajustar nuestras pautas en caso de detectarse cualquier irregularidad.