Hoy en día, los suelos radiantes calefactados están muy extendidos en muchos de los hogares españoles. Por su tecnología, parecen una invención reciente pero la realidad es que los romanos ya disponían de un sistema similar en el siglo I a.C.: el hipocausto.
La estructura del hipocausto
El hipocausto fue inventando por el ingeniero romano Cayo Sergio Orata. El término hipocausto surge de la unión de “hipo”, que se traduce como “por debajo de” y “causto”, que significa “quemado”.
Básicamente, era un sistema que consistía en construir dentro de los hogares un suelo elevado del terreno, colocándolo encima de varias pilas de ladrillos.
La altura de este suelo con respecto al terreno oscilaba entre los 40 y 60 cm, según el número de ladrillos usados. Se empleaban, generalmente, ladrillos rectangulares de unos 15 cm de lado y 5 cm de espesor. Entre cada pilar que sujetaba el suelo, se dejaban unos 30 cm de espacio.
En el exterior del edificio se construía un horno (praefurnium) en el que se quemaba leña o carbón. Los gases calientes derivados de esa combustión se canalizaban a través de las cámaras resultantes construir el suelo sobre columnas de ladrillo. Así, el aire caliente y el vapor se repartían bajo las estancias, abarcando toda la superficie del suelo y calentando dichas habitaciones.
Aprovechando el calor residual
En las habitaciones en las que no era necesario un calor tan intenso, se utilizaba un tipo de calefacción vertical (concameratio), basada en la construcción de dobles paredes entre las que circulaba el aire caliente originado en el hipocausto. Finalmente, dicho aire era evacuado, junto con gases y humos, a través de conductos que terminaban en salidas exteriores colocadas en la parte más alta de los muros.
De esta manera, se evitaban los posibles peligros de utilizar otros métodos más económicos como los braseros, pues los habitantes de las casas no estaban expuestos al humo producido por el fuego.
Los materiales para avivar el fuego del hipocausto
Gracias a numerosos documentos, entre ellos una carta de Valeriano a Zosimión (gobernador de la Siria) recogida en El divino Claudio de Trebelio Polión, sabemos cuáles eran los materiales que más se usaban para calentar los hipocaustos:
Darásle de nuestro tesoro particular por sueldo del año, […] mil libras de leña por día si tiene bastante con esto, y si no tanta como puedan suministrar los parajes cualesquiera que sean; cuatro paletadas de carbón por día; un bañero y la leña necesaria para los baños, si no la hubiese deberá bañarse en público.
Como se puede ver, los materiales más usados eran la leña y el carbón vegetal.
Otros usos del hipocausto
Por su complejidad, este sistema de calefacción estaba restringido a ciertas estancias concretas, pues el coste de su construcción era muy elevado. No todos tenían los medios para construirlos, por lo que los menos afortunados tenían que contentarse con disfrutarlos en los baños públicos. Porque otra de las funciones del hipocausto era calentar el agua de los baños calientes mediante la conducción del calor a través del suelo.
Las altas temperaturas que alcanzaba el aire gracias al horno hacían que el suelo llegase a superar los 50ºC, obligando a sus usuarios a usar sandalias.
Más tarde, durante la Edad Media, en Castilla el hipocausto pasó a llamarse gloria, como una referencia al cielo, al paraíso, el lugar más confortable para los creyentes de la época. Como curiosidad, destacar que ese es el origen de la expresión “estar en la gloria” como sinónimo de estar muy a gusto y/o feliz en un sitio.